jueves, 29 de octubre de 2015

Ideas sueltas: Izquierda universitaria / fuerza popular

Es evidente que existe una disociación entre dos sectores de una misma clase, pero es necesario reconocer que la ruptura comienza fuera de las universidades; en la población, o barrios populares. Por un lado, los estudiantes que en muchos casos provienen de estas áreas de la ciudad, aspiran abandonar lo antes posible sus lugares de origen. Los factores que inciden en esto son múltiples; estigmatización, pobreza o marginalidad, que operan como marcas que dejan estos espacios a lo largo del tiempo. Estas marcas se cuelan como memorias que es preciso reivindicar. Irse de la población es una necesidad, si lo que se quiere es sacudirse de aquellas huellas. El clasismo arribista opera en todos sus niveles. Por otra parte están los que se quedan, aquellos que parecieran estar "estancados" ante el flujo ideal de movilidad, que debería empujarlos a dejar atrás estos espacios raíz popular, y abrazar los aparatos simbólicos que aporta el consumo; se mueven a otros barrios "buenos" o "mejores" que, aunque alejados del centro, sin servicios básicos y distantes de sus lugares de trabajo, asegurarían una lejanía con el pasado y sus marcas. Es el precio que se debe pagar por el "ascenso social". Los que se van no se reconocen en la historia colectiva de su población. Asumen eso si, y sin pudor, la historia del nuevo lugar de residencia, o simplemente, no se asume ni trabaja por construir alguna historia. Aquí es donde la familia articula las relaciones humanas; es el núcleo de la sociedad, donde el neoliberalismo comienza a tener un arraigo cultural, lo que que es más complicado de transformar. Sin embargo, en la población, la fuerza de la comunidad y el valor del espacio público aparecen como una trinchera frente al neoliberalismo; el almacén de barrio, el mercado, el bazar, la farmacia, el consultorio, la cancha, son lugares que alimentan memorias y fortalecen las relaciones sociales. Los mayores, se resisten a dejar el centro de madres, el club deportivo, las Juntas de Vecinos. Las organizaciones decaen, en la medida que sus miembros abandonan físicamente este mundo. De vez en cuando se activan luchas en contra de alguna privatización o cierre de algún servicio cercano. Pero también se presentan conflictos que el día a día ayudan a superar.

El centro de la discusión en estos último cinco años gira entorno a la educación superior. Si entendemos que el acceso a la universidad en Chile se encuentra mediado por un mayor capital social y simbólico, no es difícil observar que las puertas de estos espacios tienden a estar abiertas -y casi sin obstáculos- a quienes puedan otorgárselo a través del capital económico que se disponga. Y si además admitimos que los requerimientos de la economía influyen precisamente en las condiciones materiales de subsistencia, podemos darnos cuenta que la posibilidad de acceder a la universidad para muchos y muchas, simplemente se esfuma. En su lugar, aparecen las capacitaciones laborales, o estudios técnicos de corto plazo, de la mano de un mercado laboral que exige flujos de mano de obra especializada a un ritmo inusitado, sin posibilidad de sindicalización. De esta forma, la opción radica en la movilidad individual que, para el neoliberalismo, no es más que un mantra sin sustento real. "Moverse", "progresar", "crecer", son ideas comunes frente a esta realidad.

La lucha por la educación pertenece a otro orden, sin desconocer que esta se subscribe a una misma configuración situada en el capitalismo. La gratuidad no implica acceso, ni la educación pública la creación del "hombre nuevo", esa es una lucha de quienes en su discurso parecieran rechazar las formas que impulsan los sectores populares, pero que paradójicamente residen en él. Se alaba al poblador y al roto, pero se le hace una cruz al flaite, y se desconoce que pertenecen a un mismo imaginario según la época. Pero esta disociación puede desaparecer, y debe hacerlo si se quiere construir otra sociedad. No basta con luchar por una nueva constitución que en esencia reconozca derechos sociales, si no se transforma el modo de ser y convivir en lo cotidiano. La izquierda que se asuma anti-capitalista (dudaría de los sectores de izquierda que no alcen esta bandera), debe dar pasos y no temer enfrentarse en espacios más allá de la universidad. Es en los espacios locales donde la igualdad opera, y donde la coherencia es la única forma de respeto posible.

La izquierda universitaria es a la izquierda tradicional, lo que las fuerzas populares son a la izquierda universitaria. Generar un quiebre en esta distinción es una apuesta necesaria.






lunes, 31 de agosto de 2015

Aires de primavera

Se acabó el invierno, salió el sol y se nos adelantó la primavera. Cuando era niño, esos primeros rayos de sol que asomaban tímidamente desde la cordillera, nos indicaban que quedaba cada vez menos para las anheladas vacaciones de verano; jugar a la pelota en el pasaje hasta tarde, andar en bicicleta en las calles de tierra, jugar al pillarse y tomar coca cola con hielo, eran los únicos panoramas viables en ese pequeño mundo. 

El rito entre las responsabilidades escolares y la libertad, estaba marcado sin duda por la navidad (el dieciocho y año nuevo eran fiestas de adultos, lejano para nosotrs). Ese día en el pasaje era maravilloso; cerraban los accesos, se pintaban las calles y los arboles de blanco, de una casa sacaban amplificadores e instalaban una pequeña tarima para los espectáculos del día. Era el mejor día de nuestras cortas vidas. Ese estrecho pasaje se convertía para nosotros en una pequeña nación, y quien gobernaba siempre era el dueño de la pelota, y la más seca para la payaya o el luche. Nuestros viejos eran quienes resguardaban los conflictos (picarse era fácil, pero se pasaba rápido). Nada importaba más que jugar, simplemente jugar. Cada cierto rato, cuando ya estábamos agotados, nos cuestionábamos la veracidad del gordo de rojo y barbón; "Creís que el viejito pascuero me traiga lo que le pedí, igual me he portado bien". Esa frase salía mientras tomábamos bebida en el entretiempo, de un juego que duraba dos horas por lado, y donde cada equipo tenía a 11 jugadores en una cancha similar a una de baby (o micro). Para nosotros no había mejor estadio que ese, con arcos de piedras en el suelo.
Llegaba la noche, y con ella la cena familiar. La tensión se reflejaba en los rostros de todos y todas. Mi mamá confiaba ciegamente en mi viejo, y como a él siempre le gustó la adrenalina, llegaba tarde pero igual cumplía. A las 23.30 mi hermano mayor nos llevaba a mi y a mi hermano menor a dar una vuelta por el barrio. Recuerdo ese local de videojuegos en Juan Cristóbal, ahí llegaban todos los adolescentes con sus hermanitos menores. Cuando ya faltaban pocos minutos para las cero horas, caminábamos de vuelta a casa, y en el trayecto nos dábamos cuenta de lo desfasado de algunos relojes. 
Al sacar el papel y develar la sorpresa, estuvieron siempre nuestros regalos allí; bicicletas, pelotas, patines, scooter, skate. Hubo un año que nos llegó un playstation, fue el regalo más tecnológico que recibimos ¿Cómo no quedar loco con las gráficas de la play uno? Nuevamente salíamos a la calle, esta vez con regalo nuevo. Era común ver que todos habíamos pedido las mismas cosas. Ya no había uno o dos con bicicleta, eran diez. Ya no había una sola pelota para jugar, teníamos varias de reserva. La bicicleta era el mejor regalo que jamás pudimos tener, por primera vez teníamos en nuestro poder el ritmo de nuestras vidas. Por primera vez sentimos que podíamos ir más allá del pasaje, a una velocidad inigualable, y estar de vuelta sin que nuestros viejos se dieran cuenta. Así, poco a poco, íbamos dejando la población para conocer otros mundos. 

jueves, 9 de julio de 2015

Intimidad, Mario Benedetti.




Amanecer en Santa Marta, Colombia.
Soñamos juntos
juntos despertamos
el tiempo hace o deshace
mientras tanto


no le importan tu sueño
ni mi sueño
somos torpes
o demasiado cautos


pensamos que no cae
esa gaviota
creemos que es eterno
este conjuro
que la batalla es nuestra
o de ninguno


juntos vivimos
sucumbimos juntos
pero esa destrucción
es una broma
un detalle una ráfaga

un vestigio
y un abrirse y cerrarse
el paraíso


ya nuestra intimidad
es tan inmensa
que la muerte la esconde
en su vacío


quiero que me relates
el duelo que te callas


por mi parte te ofrezco
mi última confianza


estás sola
estoy solo
pero a veces
puede la soledad
ser
una llama

miércoles, 17 de junio de 2015

Gracias Colombia

Colombia, país de alegrías y penas, de climas perfectos para la locura, de gente maravillosa que vive toda contradicción con una sonrisa dibujada en sus bocas. De hombres y mujeres dispuestos a largas conversaciones que, de manera mágica, provocan que el tiempo se detenga para sostener ese intercambio que pareciera ser lo único valorable en ese pequeño instante del presente. Aquí amplié toda perspectiva de vida. Aquí todos los objetivos personales sufrieron cambios profundos. Aquí llegué para tomar distancia, pensar, soltar y aferrarme a nuevos desafíos personales y colectivos. Llegué sin prejuicios, la intención era absorber, impregnarme de todo lo que aquí se vive. Pese a que esa era la idea, no siempre logramos esa falsa impronta antropológica, pues algo nos jala a la tierra que nos hizo ser. Chile, ese pedazo de terruño al sur del mundo, se ve distinto con el tiempo, se le toma más cariño, se comprende que lo que nos mueve finalmente es el amor y cariño por el pueblo, y el orgullo crece a la distancia cuando ese pueblo pretende ser y hacer una nueva historia.

Colombia, vine a conocerte, pero no pude lo suficiente, te decepcioné. A cambio conocí a tu gente, sin ellos tus paisajes no serían más que un cuadro digno para colgar en algún álbum sobre turismo. Conocí a grandes amigos y amigas. En tus calles caminé junto a hermosas personas, mi vida se cruzó con intereses y objetivos diversos, nada es casual. Latinoamérica crece con sangre nueva, y seremos nosotros quienes debemos profundizar una real integración regional, quienes debemos intercambiar experiencias, pues finalmente hay más cosas que nos unen que aquellas que nos separan. Los pueblos no son los responsables de lo que los gobernadores, muchas veces sujetos a intereses foráneos, hacen de nuestros países. El destino de la región nos pertenece, ser conscientes y trabajar por las transformaciones es esencial para un empoderamiento que logre acercar nuestras formas de ver el mundo. 

Colombia, millones de gracias; gracias por cada amigo y amiga que me entregaste en tus tierras; gracias por ser un espejo donde poder observar lo que soy y lo que somos en este lado del mundo; gracias por entregarme una nueva familia; gracias por tus climas, los locos y necios lo disfrutamos. 

Espero verte pronto, por ahora, mi patria me espera.

Yo no sé lo que es el destino
caminando fui lo que fui
allá Dios que será divino
yo me muero como viví.

Silvio Rodriguez 





domingo, 31 de mayo de 2015

Pido Perdón

Acabo de leer en el The Clinic lo sucedido con el periodista José Antonio Neme, y su caso de Bullying en su etapa escolar. Antes que todo me parece destacable y, por qué no, también admirable la forma en como revirtió su situación. No quiero detenerme a analizar el rollo del abuso, vengo a soltar heridas y pedir perdón.

Foto: Limay Uribe Ruberti.
Es sabido que los niños son, y hemos sido todos, sujetos de juegos que nos llevan a mirar las cosas de manera liviana, y al no conocer todo lo que este mundo nos ofrece, caemos en bromas que hieren y dejan marcas de por vida. Tuve la fortuna de descubrir mi propia forma de revertir esa situación de abuso a temprana edad; el humor, el desorden y el deporte fueron mis herramientas. Nunca sentí abuso por parte de brabucones o de matones, pese a que, como todos, siempre tuve conflictos con ellos, pues al mostrarme como un tipo poco serio simplemente los alejaba (para mi fortuna). Sin embargo, con el tiempo tomé un rol de mierda, me convertí poco a poco en el payaso del curso, y en el bufón de los matones. Pero tomé conciencia de ello cuando dejé la educación básica y entré a un liceo con características de regimiento militar, no podía ser menos para un establecimiento repleto de hombres adolescentes que buscaban desenfrenadamente destacar por sobre el resto, sobre todo entendiendo que al frente se ubicaba un colegio de niñas. Aprendí el orden y la disciplina, como también comencé a entender que ya no necesitaba protegerme, pues sin querer me fui posicionando como el líder del curso, así que ya no necesitaba ser payaso. Pese a que en momentos seguía cayendo en eso, traté de usar esa estrategia para acercarme a compañeros y servir en su defensa. La verdad no sé si lo logré. No buscaba ser amigo de ellos, estaba entre el nosotros y los otros. Nunca supe cómo algunos compañeros manejaron los abusos, no sé cómo habrán seguido sus vidas. De algunos me hice muy amigo, y con el tiempo ellos se dieron cuenta que el humor les servía para revertir su situación.

A veces, cuando niños, en la etapa del colegio, o incluso en nuestra cotidianidad laboral o universitaria, caemos sin darnos cuenta en la burla fácil, en el chiste fome hacia un compañero o amigo, y no sabemos las repercusiones que ese acto puede acarrearle a esa persona. Burlarse de alguien puede provocar muchos efectos en la personalidad de alguien por ejemplo; que le cueste hablar en público, que sienta temor o vergüenza ante una exposición académica o laboral, que guarde silencio en un carrete por miedo a no caer bien, etc. El abuso no pertenece a un ámbito delimitado de la vida, es algo que puede ocurrir en cualquier momento.  

Creo que lo de Neme nos dice un poco eso, nos insta a tomar conciencia y a tomar una posición como amigos, como hermanos, como futuros padres, como actores sociales, y detener esto que refleja un individualismo absurdo y brutal para con los otros. Yo pido perdón, perdón por haber sido un bufón, perdón por lo que le pude haber causado a un compañero y a su familia, pero también me comprometo a un nunca más, nadie se merece ser mal tratado por simplemente ser. Reconocer la diversidad y alimentarse de ella nos hace bien a todos y todas. 


Testimonio de José Antonio Neme: 
http://www.theclinic.cl/2015/05/28/jose-antonio-neme-revela-crudo-testimonio-de-bullying-que-le-toco-vivir-en-el-colegio/

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domingo, 19 de abril de 2015

¡Esto es Colo Colo!


Este ColoColo que no pertenece a nadie en particular,
pero que pertenece a todos en general. Pertenece a Chile entero.
Este ColoColo, como hablábamos con Héctor hace un rato,
cuando comenzaba la jornada, que ha sido sintetizado
como fenómeno social por psicólogos y sociólogos.
Y yo preguntaba esta noche ¿Qué es el fenómeno social?
¿Me lo pueden explicar?
Que vengan los doctos, que vengan los maestros,
que vengan los literatos, que vengan los hombres de la poesía a describirnos esto.
¿Exceso de fanatismo? ¿Exceso de ilusión?
Es que ColoColo es una cosa tan difícil de explicar.
Es que como yo decía: ColoColo es un trozo de cordillera,
porque si su camiseta es blanca, alguna razón tendrá,
porque ColoColo es mano de trabajador,
mano callosa del obrero, es sangre araucana que corre por las venas,
es pulmón de trabajador, es genuina expresión de aquellos que se
esconden en la profundidad de la mina, que se ensucian
con el carbón, que luchan de sol a sol,
porque allá, a tajo abierto en Chuquicamata o
bajo la tierra en el mineral de El Teniente,
luchan diariamente y tienen como única
satisfacción a lo mejor en la semana,
más allá de la remuneración, más allá del sueldo,
el saber que sus colores, sus pendones son triunfadores.
Vladimiro Mimica, 5 de junio de 1991